Me puse a tocar y cantar Luz del
aire, o Una canastita. El nombre no está claro. En algunos lugares lo llaman de
una manera, en otros de otra. Me la puse a tocar porque la escuché y casi me
largo a llorar y no entendí por qué. Entonces revisé. Me di cuenta primero de esto,
de que no está claro el nombre. Después empecé a revisar la letra. Todo
mientras me bañaba, que descubrí que es el único momento del día en el cual
pienso. Eso también lo descubrí bañándome, en un baño anterior por cierto, pero
cada determinada cantidad de baños lo reconfirmo y un recuerdo muy lejano
aparece diciendo: esto ya fue pensado, allá, en un baño lejano. Entonces
repasando la letra me di cuenta del desorden que hasta ese momento no había
notado. Dice así: Yo soy como la
chicharra/y una canastita llenita de flores/corta vida y larga fama/conservala
siempre vidita que son mis amores/A las orilla de un hombre/y una canastita
llenita de flores/estaba sentado un río/conservala siempre vidita que son mis
amores/afilaba su caballo/y una canastita llenita de flores/y daba agua a su
cuchillo/conservala siempre vidita que son mis amores. Una tremenda
belleza. Una belleza toda mezclada. Pura confusión. Confusión de título,
confusión del orden de las cosas. Confusión del caballo y del hombre y del río
y del cuchillo. O confundido yo todo el tiempo menos ahora que puedo cantar la
canción entendiéndola como es: múltiple. Y repasé, también en el baño en
cuestión, que todo esto empezó una semana atrás con Higuaín errando el penal
contra Chile. Algo raro pasó. Una parte de mi lo festejó. Es como si se me
hubiera contagiado el festejo del público de la tele, porque en el estadio la
mayoría eran chilenos, ni es necesario aclararlo, entonces se escuchaban
festejar. Y después lo metió el Alexis,
y encima picándola. Y fue todo festejo pero yo sabía que estaba mal festejar.
Entonces me pareció adecuado acotar que el General San Martín estaría contento
de todas formas y que estaba bien si ganaba Chile. Pero lo que me aturde es el
por qué. Por qué hubo en mí, durante un partido de fútbol, un principio de
confusión que se extiende hasta hoy, pasando por la canasta llena de flores, y
que encima, se enfatiza. Por qué cambió el sentido de todas las cosas de golpe.
Es cierto que Messi se lleva su parte porque yo lo veo a Messi y si eso no es
el amor, no sé qué es. Pero vi tantos partidos de Messi, y siempre me conmueve,
pero esto era distinto. Pura confusión. Entonces me di cuenta de que podían
pasar dos cosas: o me acababa de enamorar, o acababa de abrirse un espacio adentro
para eso, que es lo mismo. Porque era, es, no sé, esa confusión, la que hace
aparecer la belleza de las cosas, que es lo mismo que hace el enamoramiento, de
lo que sea. No hay otra forma de que emerja la belleza. Y con tanta confusión
va pasando eso: el hombre tiene orillas, el cuchillo bebe agua, el río se
sienta y al caballo se lo afila. Todo se pone mucho más hermoso. Confuso, pero
no menos real. ¿No? Un río sentado. El río está tan sentado. A veces descansa,
a veces irrumpe. A veces no hace nada. Esa es la virtud de la enamoración.
Cambiar las cosas de lugar. Reventar la rigidez. Y mandar todo a la verga del
mono, excepto las flores. Las flores hay que conservarlas como dice la canción.
Viva Chile.
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