miércoles, 16 de junio de 2010

La montaña de caca I

16-6-2010

Estoy sentado frente a una enorme montaña de mierda.
¿Cómo se dice mierda de forma poética?
No viene al caso,
es casi una reflexión en voz alta.

Nos soy el único alrededor.
De a ratos miro para atrás o para un costado,
vuelvo la vista,
y ahí sigue la montaña,
pero más chiquita.

Las risas abundan
¡Bella cordialidad!
Y tratando de pasar desapercibidos,
se limpian la caca de entre los dientes y esconden las manos tras la espalda.

¿Será mía la caca?
Huele a mi.
La reconozco.

Sigo entonces la pantomima que quizás yo mismo inicié.
Agarro montones de mierda,
la estrujo entre mis dedos hasta que se escurra,
me la mando rápido a la boca,
la mastico,
la trago,
me limpio velozmente los restos de entre los dientes,
y al sonreír paso disimuladamente la lengua,
no sea cosa que la pureza de mi sonrisa quede ligeramente amarronada.

He quedado satisfecho hasta el asco,
hasta las nauseas y las arcadas.

Has quedado satisfecha.
Golosamente te chupás los dedos.
De entre todo este montón,
sos sin duda la más satisfecha.
Pareciera que estás a punto de…

Tengo puestos los lentes,
porque el oftalmólogo me dijo “miopía y astigmatismo”,
el punto es que dada vez veo menos.

¿Era a vos a la que le gustaba como me quedaban o era a otra?

Y de pronto, lo esperado.

La mayor parte de la mierda me entró por la boca mientras me reía una vez más.
El resto es parte ahora de mi piel,
algo entró por mis fosas nasales también,
y por las orejas otro tanto.
Lentamente me quito los anteojos,
la caca chorrea por los cristales.
Los limpio con mi remera,
les echo algo de suave aliento y los refriego para dejarlos pulcros.
Ahora que veo perfectamente,
te busco entre los escombros,
y no hay nada.

El último pedacito se alojó en una muela,
y me lo tragué.

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