sábado, 17 de septiembre de 2011

Diario - 1 de septiembre

1 de septiembre

Mientras iba apretadísimo en el tren Sarmiento desde Once hasta Floresta con dos relucientes entradas en el bolsillo que nos permitirán a Laura y a mi ver el show del gran dios humano Hermeto Pascoal, dentro de algunos días, fuí tratando de recordar mi encuentro, tan ansiado, con Adriana. Fui recapitulando de a poco, como para darle el trabajo a mi memoria lo más sencíllamente posible.
Recuerdo que llegué y la esperé bastante tiempo en la puerta del edificio. Unos cinco minutos. Cuando vi acercarse a una mujer de pelo largo, canoso, atado con cola de caballo, vestida con unos pantalones anchos y a la vista muy cómodos, permitiéndole un lánguido andar, algo torpe, me dije: "¡Claro! ¡Cómo no la había imaginado así!". Su aspecto era tan coincidente con su música, que hasta llegué a sentirme un poco confundido. ¿Puede ser la realidad tan real? Parece que si.
Subimos en el ascensor y me excusé rápidamente con un balbuceo por no llevar el bajo conmigo. Habíamos quedado en que le llevaba el trabajo que había hecho para ella, y que además probaríamos algunos temas, pero yo ya había decidido unos cuantos días antes que no tocaría su música porque me resultaba muy horrible e insoportable. Así que fui sin bajo.
Cuando entramos a su departamento, un monoambiente chiquito, cuyas paredes estaban empapeladas de marrón caca, me señaló una silla para que me sentara, frente a una camilla que usaba, según me dijo, como mesa, y para atender a sus pacientes, ya que era kinesióloga, o algo así. Eché una mirada rápida a mi alrededor. Una biblioteca con libros de esoterismo, y el alma, y cosas así, dividía el comedor de la pieza. Fotos de Jesús y algún que otro santo estaban desperdigadas por las paredes. Un olor a sahumerio frutal muy penetrante me golpeó de inmediato. Me senté, y desde ese momento, y durante la siguiente media hora, mantuve mi bocota cerrada y escuché el discurso de Adriana, que consistió aproximadamente en algo así:

- Estoy por cumplir cuarenta años. No nací ayer. Soy cantante y compositora. Curtí el palo del rock en los 80 y los 90. Estuve en varios grupos, pero ahora quiero hacer mi proyecto. Hace veinte años que estoy en la música y hace diez que estoy laburando con estos temas que te pasé. Estuve dos años probando músicos, y creí que nunca iba a encontrarlos. Por momentos estuve a punto de renunciar y ponerme a hacer todo yo con máquinas, pero me dije "voy a darles otra oportunidad a los músicos". El baterista que tenía antes no tenía sentimientos ni amor. No me gustaba. Sabía tocar, pero no transmitía. El que tengo ahora toca con todo el amor, y toca bárbaro, y me acompaña en todas. El pianista, tiene más de cincuenta años. Toca jazz, folklore, toca de todo. Me dice: "a mi me gusta toda la música", y claro, porque el es músico. Y es un músico bárbaro. Y por más que hace dos lucas por fin de semana, está conmigo porque quiere progresar, quiere ser reconocido por sus méritos. Yo apunto a eso. No me interesa la gilada stone. No quiero que vengas a mis shows a pedir una moneda para la birra, como hacen los stones o los cumbieros. Yo hago música para un grupo de gente que va desde la juventud hasta la gente mayor, gente con valores culturales y que saben apreciar la buena música. Yo quiero recorrer el mundo, conocer otras culturas. ¿Por qué te pensás que no me quedo rehabilitando gente acá? Eso me gusta, claro. Es un servicio. Pero mi vida es la música. Y el vil dinero no es todo.- "El vil dinero". En ese momento tuve que aguantar un poquito la risa - Yo vivo así porque soy bohemia. A mi con un plato de arroz me alcanza. No necesito plata. Claro, me gustaría tener una casa con jardín, y mi propio estudio de grabación. Soy bohemia pero me gusta el confort. Pero yo ya las hice todas, no nací ayer. Hace veinte años que estoy en la música. Estoy cansada de los músicos. - Las frases se repetían bastante. Mientras hablaba trataba de descifrar a quién que yo conocía se parecía. Pronto me di cuenta de que era Ana a los cuarenta. Tuve que aguantar la risa de nuevo. La cara era muy parecida. Y la voz grave. Sólo que Ana es muy bella, y Adriana estaba resultándome una especie de mounstruo enojado y gritón, cuyos cachetotes caídos temblaban de rabia. Hablaba con mucha violencia y de a ratitos le pegaba piñas a la raída camilla, y sin el menor resguardo respecto a estar enalteciendo un poco exageradamente su propio ego, bastante exageradamente teniendo en cuenta que su música era demasiado fea y vulgar como para creérsela, bastante exageradamente, teniendo en cuenta que ya tenía cuarenta años y claramente, no había logrado nada con respecto a eso, o al menos ella decía eso. Estaba mal. Enojada. Muy enojada. Continuó.
-Sobre todo estoy cansada de los pendejos de veinte años, perdonáme si te ofendo. Pero son una manga de arrogantes que quieren todo ya o quieren plata rápida. No les interesa progresar espiritualmente. Vengo probando bajistas hace más de dos años. He tenido algunos que me duraron dos o tres meses. Después me vienen con que no tienen tiempo o pelotudeces así. ¿Qué me importa a mi lo que hagan afuera? Yo, que te quede bien claro, yo se a donde voy y no estoy para perder el tiempo por pendejos arrogantes que no saben como es la cosa, porque yo, yo estoy hace veinte años en esto. Y escuchame porque todo esto te va a servir. Yo se que voy a trinfuar y después los que desecharon este proyecto van a decir: "qué boludo que fui, ¿cómo no toqué con esta mina?" y ahí van a venir a rogarme, pero el reconocimiento va a ser mío. Porque yo quiero respeto y reconocimiento, yo, para mi y para mis músicos, obviamente. Y todos acá queremos lo mismo.- Empecé a pensar en dónde me había metido. El lugar era muy caluroso, chiquito, oscuro y feo, y el sahumerio, y los gritos de Adriana. Y su monólogo. Me empecé a marear y a desconcentrar un poco de sus palabras. Repasé un poco mi historial mientras le miraba la cara y veía su boca moverse pero había conseguido no oírla. ¿Por qué siempre estaba rodedado por gente así? Adriana, Ricky el boxeador, aquel guitarrista a quien llamé al encontrar un aviso suyo, y me tuvo una hora y dieciseis minutos escuchándole sus quejas por lo rápido que pasa la vida y lo fracasado que sentía ahora que tenía cincuenta años. La vecina de al lado que cada vez que me agarra me habla de los departamentos que vió antes de encontrar este, el sordo psicótico que me amenazó cuando estaba próximo a darle clases de música, Lucho, el egocéntrico mediocre adicto a las flores de Bach que tenía una perra a la que llamaba "hija", y a la cual cagaba a palos para calmarse. Siempre terminaba con gente así. ¿Soy buen tipo o un idiota? La pregunta sin respuesta me persigue. Dejé mis recuerdos a un lado, ya un poco confundido, y volví a escucharla.
-Quiero ser reconocida por mi música, porque mi música es un proyecto nuevo, lo se. Me lo han dicho los productores con los que hablé: "tu música tiene un sonido único, cuando tengas algo armado buscame". Y ellos no están para perder el tiempo. Yo tengo que armar el grupo y grabar y llevar las cosas perfectamente hechas. Ahí, la gente que se encarga del negocio de la música va a hacer lo que tiene que hacer. Vos no sabés, pero es así. Te llevan a los lugares y te pagan porque los lugares en los que tocás ya tienen su propia gente. Uno no tiene que ir golpeando puertas. El músico tiene que vender su música, no venderse a si mismo. Y para la venta, está la gente que sabe, pero ellos, necesitan cosas concretas, porque no están para perder el tiempo. Y ellos han trabajado con gente grosa de verdad. ¿Cómo te pensás que hicieron Charly, o Pedro Aznar, o Soda Stereo o los Redondos? Se manejaron con gente así. Con gente que sabe. Si no no habrían llegado a nigún lado. Pero yo lo que necesito son músicos comprometidos. Hay dos clases de músicos: el que sabe tocar, te lee una partitura y después no te transmite nada, y está el que sabe y transmite. Yo quiero de esos. Esto en Inglaterra no pasa. Los músicos se comprometen. Pero para que eso pase, te tiene que gustar el proyecto de entrada. Si a vos no te gusta, o estás especulando con plata o cosas así, acá terminamos la conversación. Agarrás tus cosas y te vas. Me dejás el trabajo que arreglamos, te doy la plata que te corresponde y listo, se acabó. Pero yo no estoy para perde el tiempo con pendejos arrogantes...

Bueno el discurso decía cosas así. Yo me mantuve callado barajando qué tipo de actitud tomar. Podía pararme e irme. Podía pararme cobrar e irme. Podía empezar a hablarle irónicamente. Podía mentirle. Podía hacer tantas cosas. No aguanté y tuve que hablar con bastante sinceridad. Le dije que me perdonara si le molestaba, pero que le iba a hablar con franqueza. Le dije que su música no me había gustado. Me preguntó por qué, y le contesté con la mayor cantidad de detalles que pude. Omití lo desagradable que me habían parecido las letras. Le dije que todos los temas eran iguales y me aburrían. Que seguramente había mucha gente a la que le gustarían, pero a mi ni de cerquita. Le dije además, que con su tono soberbio y arrogante me estaba dando miedo, y que yo había ido ahí para conocerla. Que de haber ido con ganas de tocar, se me habrían pasado ante su avasallo y su modo tan violento y ofensivo de hablarme. Eso. Le dije que hablaba muy violentamente y que así no iba a conseguir músicos ni nada. Le dije todo esto con un tono tan dulce, suave, sosegado y con tanta sinceridad, que cambió abruptamente su actitud y me transformé en su mejor amigo.
Me dijo que me agradecía todo lo que le decía y demás huevadas. Y empezó a preguntarme por mi. Le conté un poco y pronto nos pusimos a revisar el trabajo encargado en la computadora. Quiso revisar cada uno de los quince temas. Así que tuve que volver a escucharlos. Sufrí mucho al principio por tener que escuchar eso que creí no escucharía nunca más, pero se me pasó al ratito. De alguna forma, ella ya me caía un poco mejor. Haberme sacado el peso del horror que me había producido su música me calmó, y revisamos los temas tranquilamente. Me ofreció té, sanguche de queso y demás cosas, pero le dije que no, a pesar de que me moría de hambre. Quería terminar e irme a sacar las entradas de Hermeto y volver a mi casa a tomar mate tranquilo.
Cuando nos despedimos me abrazó. Me dijo "amigo". Ahora sos mi amigo, me dijo. Se nota que sos un buen pibe, muy responsable, y cuando necesite otro trabajo así ya se que puedo contar con vos, a pesar de que no te guste mi proyecto. Ojalá te vaya muy bien en la vida. Le deseé suerte y me fui.

Yendo a sacar las entradas para Hermeto me acordé de que anoche habíamos hecho el amor con Laura. El pesado día ni siquiera me había dejado pensar en lo bueno de la vida. Empecé a tratar de recordar el sexo, que como siempre fue muy espectacular, y se me paró. Me sentí vivo y relajado.
Anoche con Mato, hablábamos de que la idea de largar todo a la mierda lo persigue a uno constantemente. Esté donde esté, haga lo que haga. La única forma de zafar es no detenerse a pensar mucho y hacer todo el tiempo lo más que se pueda impulsivamente. Hacer el amor con Laura es eso. El impulso en si mismo entregado al acto más divertido y gratificante. A la mierda la música, Adriana, escribir, la guita, el reconocimiento, lo que poronga sea.
Yo fui creado para coger con Laura. Esa es mi misión en el mundo. En los tiempos libres, escribo cosas y toco música, estudio, leo, etc. "Qué fácil sería todo si no existieran ni músicos, ni artistas, ni médicos ni nada", me dijo Mato anoche. Su sabiduría sigue deslumbrándome. Además nos comimos un pastel de papas y un vino y nos reímos todo el tiempo. Al final, parece que las cosas no eran tan complicadas, che.

No hay comentarios: