lunes, 18 de febrero de 2013

Nada más que polvo y cenizas

Nada más que polvo y cenizas

He convividido con el dolor desde que tengo memoria, aunque casi no tuve oportunidad de expirementar el físico. Nunca me he enfermado, ni me he roto hueso alguno. Pero el vacío me ha tomado desde siempre, y mi vida entera no ha sido más que el escenario para ese dolor, para que éste se pavoneara sobre ella comiéndosela de a poco, como una bacteria, como un cáncer. Lo intenté todo. He sido un alumno ejemplar en cada área que he abordado. La botánica, las letras, la pintura, la psicología, la teología, las leyes, la economía. En todas y cada una de ellas, he intentado sosegarme. Hice dinero, mucho lo guardé durante años. Un día decidí gastarlo por completo en lujos, mujeres y baratijas, hasta que no me quedó más nada que una casa llena de objetos ilusorios. Al día siguiente, aún lo recuerdo perfectamente, como casi todo, decidí regalar todas las cosas, incluso la casa. Algunas las prendí fuego porque no eran dignas de ser regaladas siquiera. Y he vuelto a hacer miles, una vez más, y en vez de comprar, opté por regalarlo sin más, hasta quedar nuevamente en la nada material. De aquella vez, conservo únicamente una casa ni lo suficientemente humilde, ni lo suficientemente ostentosa. Ya, enrealidad, no puedo verla, sólo la recuerdo. He derrotado a Neptuno, para luego comérmelo entero, y beberlo hasta que no quedó nada de él, e inmediatamente me subordiné a Saturno como su más fiel servidor. Le serví durante muchísimo tiempo, y a él también, he optado por matarlo. A él, mi gran maestro, cuando supe que nada más tenía para enseñarme. Poseí mujeres, en los tiempos en los que se creía en la posesión del ser deseado, y fuí poseído por algunas de ellas. A una la he amado más que a la Luna, más que al Sol. Formé familias numerosas. Tuve al menos veinte hijos. A algunos los quise casi tanto como a ella, por otros sentí asco y repulsión, y opté por abandonarlos sin remordimiento alguno. De lo amado, nada me queda ahora. De todo me he despegado. Hace algunos años, comencé a creer en mis propios sueños, tanto, que muchas veces no sabía si realmente había soñado o la vigilia había adoptado su forma artística. Recuerdo el primero, el más importante por aquel entonces. En aquella época transitaba un momento de baja energía masculina, creativa. Incapaz de generar abosulatamente nada, vagaba desairado Recurrí a la ayuda de psicólogos, astrólogos y chamanes por igual. Tal vez hubo un contacto profundo con alguno de ellos, no podría asegurarlo. Pero el asunto es, que aquella noche mágica, soñé que cortaba mi mano izquierda con un cuchillo, e inmediatamente, explotaba toda mi energía dormida. Cuando desperté, no tuve miedo ni duda alguna, y decidí amputarme la mano. No creo que haya manera de explicar el júbilo que sentí al encontrarme otra vez poseído por mi masculinidad más fiera. El sosiego, como siempre, duró poco, pero debo admitir que jamás me arrepentí de este acto. Sí, lo afirmo, esa fue mi primera gran decisión verdadera. Fue allí cuando logré hacer mi segunda fortuna y cuando concebí la mayor cantidad de hijos. Pero insisto, el dolor no ha mermado ni en un solo instante. Deseé pactar con el Diablo, pero lamentablemente, no he podido cruzarme con él. Hoy, que soy viejo, puedo asegurar que no existe tal cosa. Como tampoco Dios. No hay mayor deidad en el universo que el misterio del cosmos y la penumbra de la mente humana. Algunos afirman que son lo mismo, y que cuando la luz se haga en alguno de los dos, inmediatamente se hará en el otro. Deshacerme de mi segunda fortuna no fue fácil. Antes de regalarla por completo, me encontraba envuelto en el caos de la avaricia. No podía hacer otra cosa que dinero y el vacío se acrecentaba. Pasé meses deseando soñar una revelación, y como la primera vez que había tenido una, también esta vez se me presentó en sueños. Un buitre se comía pies gangrenados, y yo me convertía inmediatamente en un ave. La mañana siguiente, corté mis pies, y me sentí cerca del cielo y las nubes espumosas, y sentí placer, y regalé, pero sinceramente. De la misma forma, corté mi sexo cuando me sentí poseído por la lujuria, y se lo entregué a un perro callejero, tal como se me había mostrado en sueños. De la misma forma, me arranqué los ojos cuando no hacía más que desear la apariencia de tal o cual cosa. Anoche, se me ha mostrado que el pensamiento es vano, y que el cuerpo no es más que un depósito infinito del pasado eterno y vacuo. Un ser andrógino y bello, admirable, hermoso como un jazmín, me cortaba la cabeza con su espada de oro y me prendía fuego, mientras besaba mi frente y mi cuello ensangrentado con el amor más puro que pueda concebirse. Al terminar estas líneas, que no son más que una breve y torpe biografía, cubriré con fuego mi cuerpo mutilado y me cortaré la cabeza con mi mano diestra, que he conservado como un tesoro, que se convertirá como todo, en polvo y cenizas. Ansío fervientemente, que el dolor también se convierta en eso, para que se lo lleve el viento, para que nutra los jardines de los hombres y los haga florecer, enormes y de mil colores.

1 comentario:

Formateo dijo...

Hermoso texto,de pe a pa. Casualmente estoy leyendo "Preguntale al polvo", de algún modo vos me llevaste a él y la vida da vueltas como una cabeza que cae desde lo alto del cuello...