viernes, 27 de mayo de 2011

¡No confundas los verbos!

Shopennahuer dice algo así como: "no tengo porqué vivir como pienso", según tengo entendido, ante las críticas de sus cotemporáneos respecto a la contradicción entre su pensar y su actuar. Lejos de la exculpación y la sensación de libertad que puede generar el hecho de diferenciar ambos verbos para quien se atreva y logre llevar esta máxima adelante para enmarcar sus desiciones, pienso en lo trascendental de la frase a la hora de conducirla hacia todo verbo existente. ¡No confundas los verbos!
Has elegido el lenguaje de las palabras para explicar todo hacer existente, bien, es una elección lógica, sencilla y de algún modo funcional. Explicar las diferencias entre el sentir y el pensar, por ejemplo, tan sólo para justificar un acto dentro de un marco más o menos conciente, más o menos responsable, tiene cierto razgo de cobardía. Mientras expliques no harás más que pensar, acto extraordinariamente voluntario. Mientras expliques cualquier verbo no harás más que eliminarlo. El pensar es el verbo del lenguaje de las palabras, y de ningún otro. Mientras trates de explicar el amor, no harás más que dejar de amar. Mientras pienses en todo lo que querés hacer, no harás más que no hacerlo, simplemente, porque no se puede pensar en lo que vas a hacer y hacerlo a la vez. Temporalmente es inexacto. Del mismo modo, no se puede hablar de lo que se hace mientras se lo hace. El verbo sentir no posee por lo tanto, explicación posible, más allá de su definición.
Las palabras son entonces, las herramientas perfectas para la metáfora más caricaturezca de las cosas, y la construcción hecha con ellas, no es más que un chiste, un juego. Las discusiones, cambios de opinión, monólogos interiores, ensayos, discursos, bla bla, son el escenario propicio para jugar este tipo de juego. Nada de lo dicho en nigún ámbito existe más allá del campo de la comunicación lingüística, y otorgarle una importancia superior a este campo, no es más que una elección posible entre tantas otras. Ésta, tiene la particularidad extremadamente notable, de generar un vacío extensísimo. Las explicaciones de los verbos generan la ilusión del vivir. Cuanto más esculpimos los hechos, más nos alejamos de ellos. Elegí la verborragia, la amplitud de vocabulario, el desarrollo extremo del intelecto, llevalo al máximo, autodestruíte y reconstruíte cuantas veces te de el cuero. Intuyo que sólo encontrarás dolor tras dolor, a menos que puedas aislar todo este ejercicio mental, ínfimo sector cerebral usado para el, tranquilamente, irrelevante acto de construir estratagemas, definiciones y justificaciones. Tratá de vivir y pensar como si fueran la misma cosa, no harás más que tropezar y enredarte estupidamente con la propia ineludible contradicción.
Construí tu universo a través de la dilaéctica. No es más que un laberinto que parece conducir a un nuevo estadío. Es la biblioteca de Babel, es la internet, es el reloj continuo del movimiento universal, el laberinto de la Casa de Cáncer creado por Shaka. Pronto volverás a encontrarte en el mismo punto del cual partiste, autoboicoteado por tu propia mente que mientras más fuerza adquiere para derrotar sus propios preceptos, más potencia adquiere también para autodestruirse. Así irás, justificando tus actos, justificando tus justificaciones, justificando tus propias antítesis y dinamitando tus propias tesis que tanto trabajo sudoroso y febril te han costado.
Siempre se puede recurrir a alguna pasión que te quite la horca del pensamiento, siempre y cuando no quieras convertirte en un pensador. Podés dedicar tu vida a cualquier actividad, calzarte cualquier traje prefabricado, cada vez hay más, más completos y más acordes a las modas, pues las modas ya no cambian, sinó que conviven y se superponen.
Si los laberíntos lingüísticos te marean, podés convertirte en un asceta que utilice todo su tiempo disponible para dedicarse a la meditación y la trascendencia total del yo, del ego, o de lo que sea. O expresarte a través de la música, tan trilladamente catalogada como el arte de lo inmaterial y lo irracional, lo dionisíaco, como si el resto de las artes (y los verbos) no fueran inmateriales e irracionales también. Vago deseo de trascendencia sobrehumana que tienen los músicos. Me pregunto de donde habrán sacado idea tan estúpida, sin desmerecer a los grandes pensadores que las han elucubrado en otra época, y que, para qué aclarar, tantísimo más aptos que yo son para esto de catalogar y construir mundos de palabrerío. Podés entregar tu vida a la salvación de las especies en extinción de la selva amazónica, o convertirte en un empresario exitoso o en paseador de perros o en qué se yo. Lo que sea que hagas estará bien mientras lo hagas, pero debe quedar claro que no hay forma de pensarlo a la misma vez. El pensamiento se convertirá en una compañía plácida. Será todo un beneficio quitarle el fuego de la veracidad, siempre y cuando, claro, no quieras convertirte en un pensador.
Sólo algunas premisas propias del pensamiento considero básicas, no se bien para qué, pero: pegale una patada en el culo a la pereza, no hay peor enemigo de todo verbo, sea cual sea. Nada se puede hacer con pereza. No se puede estudiar con pereza, no se puede hacer el amor con pereza, no se puede descansar con pereza, no se puede pensar ni sentir con pereza; y la pereza es el factor común que nos envuelve a los seres humanos y destruirla es todo un desafío. Vaciate del todo. Sólo lo que está vacío puede ser llenado. Despojate de la sensación de saber que tan burlonamente fingís disolver al asegurar que sólo sabés que no sabés nada, aprendíz de docto caminando la senda del iluso. Despojate de verdad de los conceptos, con conciencia real y sincera de la ignorancia que nos es propia y que tanto valor absoluto tiene, sólo así podrá entrar nueva información, iluminación, como gustes llamarlo. En cualquier campo, el vacío es primordial, y el vacío y la humildad van de la mano. Ciertamente, el saber no ocupa lugar porque sencillamente no existe. Los campos del conocimiento, en su infinita atomización, no hacen más que reducir la cantidad espacial del conocimiento y ampliar la cantidad de espacio libre exponencialmente. Somos, como especie, la demostración clara de esto. Bien podés tratar de diferenciarte lo más posible de la especie, creerte más, mejor, menos, peor que lo que te rodea, no harás más que desperdiciar toneladas de saberes y poner freno a la expanción natural y potencial que nos es otorgada de forma innata. Nunca te avengüences de tus actos o tus dichos, no son más que eso. No busques explicación a las cosas afuera de las cosas. Todo sirve sólo para si mismo, (por eso, por ejemplo, los artistas puramente conceptuales logran vivir de su arte, o la división social del trabajo parece tan ilógica, o yo estoy escribiendo en este momento).
Amá si sos capaz, parafraseando a Bukowski. Hacélo con todo el poder del que seas capaz.
Relajate. Toda estrategia lingüística no es más que un chiste, a menos que quieras convertirte en un pensador de sangre helada. Y como pensador, sos actor fundamental de la comedia, creador, guía. Mostranos el camino del humor. Quizás roces el suicidio, tal vez lo concretes. Sabé que no será más que un chiste, y lo que es peor, un gag demasiado utilizado. Aún así: ¡No confundas los verbos! No tenés la obligación de vivir como pensás. Que el uso de la palabra amor pueda ser ridiculísimo, no quiere decir que el acto lo sea.
Que el frío no te coma el alma, a menos que deseés darle consistencia a la innecesaria mediocridad, que no es más que una moda a la cual resulta muy fácil acostumbrarse. La pasión desenfrenada, las lágrimas, los gritos de dolor, los espasmos autocrucifixiantes son, generalmente un disfraz típico. El verbo real no se deforma, no se esconde, no se genera. Las cosas sirven sólo para si mismas.
En el plano de la mente, todo y nada existe. No es llamativo, por lo tanto, el agnostismo total. Denoto, en quien aquí mata su pensamiento, una marcada pereza, una soberbia triste, un pulso errado, muerto y anacrónico. Deseo, con extrema sinceridad, que dicho pulso explote, que arda, que genere el combustible necesario para que el curso del universo desarrolle la fluidez mecánica que exige tan deslumbrante sistema, y pueda entregar así los frutos que todos masticaremos

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