sábado, 17 de septiembre de 2011

Diario - 3 de septiembre

3 de septiembre

Sentado en un boulevard en Las Cañitas, bonito barrio que no conocía, miraba los árboles mientras me tomaba un Cepita multifruta y fumaba un cigarrillo. De pronto, un caño de escape explotó, o tal vez fuera un petardo, o tal vez un tiro, o tal vez un volcán, y dos palomas salieron volando despedidas. En un segundo habían llegado al techo de un alto edificio. Se resguardaron. Una hormiga hizo lo suyo, se escondió bajo una baldosa de la vereda. Yo permanecí sentado. ¿A dónde escapar cuando las cosas explotan? Parece ser que no hubiera escapatoria, o que en caso de haberla, hallarla es un reto bastante grande.
Un viejito caminaba en ese momento con dos perritos chiguaguas. Me sorprendió. Parecía que el hombre no conocía el asunto ese de que todos los perros se parecen a su dueño. Me sorprendió que deseara parecerse a esos perritos tan desagradables. En efecto, era asombrosamente similar. Chiquito, calvo y tembloroso. Si yo tuviera un perro, me gustaría que fuera un galgo, o algo parecido.
Vergara resultó ser un gran tipo. Nos quedamos charlando un rato sobre la vida. Sus amplificadores están bárbaros. En dos semanas tendré el mío y podré salir a laburar tranquilo. Espero para esa fecha, tener un repertorio considerable.
Desperté a las 8:30 de la mañana. Había dormido cinco horas, pero una pesadilla me despertó. Se moría mi vieja y se armaba un quilombo. El sueño era tan real, que incluso llegué a darme cuenta de que estaba soñando, pero no podía despertarme. Así que decidí hacer como que era verdad, y actué como se actua en casos de muerte. Luego desperté, algo conmocionado. Aproveché para ponerme a leer el libro de Murakami. Me faltaban pocas páginas, y la noche anterior no lo había podido terminar porque se me cerraban los ojos, pero la historia estaba muy entretenida. Terminé el libro y no hablaré de ello. Gran libro.
Volví a dormirme. Soñé que compraba un contrabajo y volvía a tocar. El contrabajo era malo, como el primero que había tenido cuando tenía diecinueve años, pero a mi no me importaba. Esta vez iba a ponerle empeño. Soñé más cosas, pero no las recuerdo. Desperté a las 13:30, deseando que hubiese milanesas en algún lado. Sorprendentemente, mientras terminaba de darme una ducha, Pablo me informó que había milanesas en el horno.
Coloqué el perchero. Me quedó algo torcido, maldición, pero su funcionamiento es perfecto. Tengo ocho perchas esperando ser llenadas de pantalones y remeras. También barrí mi habitación, pero el piso es muy asqueroso. Hay que baldear. Algún día. Después de todo eso, perchero, barrida, milanesas, salí a tomar el bondi para ir a señar mi amplificador, y conocer a Vergara, y sentarme en Las Cañitas y ver al viejito y a las palomas rajarse asustadas. El día fue una belleza. El sol presente nuevamente, acompañándome todo el tiempo.
A la medianoche, voy a ir a saludar a Lilén por su cumpleaños. Ojalá cantemos un poco. Prometo no emborracharme.
Adriana me escribió para agradecerme no se qué cosa y para que le recomendara música. Le mandé una buena lista de música que considero de calidad, y volví a desearle una suerte muy sincera con su proyecto.
¿Laura? Ojalá haya disfrutado este día también.

No hay comentarios: