viernes, 23 de marzo de 2012

23 de marzo 2012

23 de marzo 2012

En la guerra perdida que llevo contra, y a veces, cómo negarlo, a favor de "lo que sirve" y "lo que no sirve", entró en juego mi propia profesión.
Hoy mientras esperábamos un tren con el trompetista con el cual trabajo en el subte, sentí una explosión en el pecho que me hizo decir "ahhhh, qué ganas de vivir que tengo, pero ¡no se de dónde salen!" y mi compañero musical me dijo: "¡siiii!, ¡entiendo lo que decís!, es como una cosa que te sale de adentro en cualquier situación, así te haya pasado recientemente algo malo". Y si, es eso, como una cosa en el pecho que explota para cosquillearte. "Es lo que tenemos los que no nos suicidamos"-dijo Leonel, el trompetista. Y después, a la noche y cada uno en su casa, me pasó por internet un tema de Cannonbal Aderley, y me pareció genial, y él me dijo: "Me pone feliz, como eso que te contaba, que la nada misma me pone feliz". A lo que respondí: "claro, claro, claro, eso es la música. Justo me lo venía preguntando". Y él: "pero es tan personal, de esa manera entendes hay gente que le hace bien Enrique Iglesias". Y yo: "¡no importa! sigue siendo música. La pregunta que me hago yo es para qué mierda sirve la música??? y claro, para hacer andar esa rueda de la que hablábamos". Y él: "si señor, hemos encontrado la razón de ser de nuestra razón de ser". Mi amigo Pablo, compositor y genio de la vida había publicado en su facebook días antes, con esa simpleza con la que explica el mundo: "La música lo embellece todo". Para eso sirve supongo. Para eso sirvo, entonces. Puedo dormir tranquilo.