martes, 21 de enero de 2014

18 de enero de 2014

18 de enero de 2014

Anoche me quedé absorto leyendo los retazos del diario que fui escribiendo en el 2012. Con el único ánimo de celebrar la superación de los dolores fortísimos que me machacaban en aquellas épocas, subí algunos días al blog. No subí todo por respeto; dos años es muy poco tiempo. Hay en escribir un diario una situación terapéutica doble. Por un lado, el hecho mismo de estar escribiendo en el más puro estado presente posible, me permite, paradójicamente, salirme un poco de mi mismo, observarme con algo más de claridad. Por otro, leer un tiempo después lo escrito, da una buena pauta del movimiento de la vida, de lo realizado en un nivel, si se quiere, espiritual, o de formación de la personalidad. Tanto los dotes del espíritu, como los de la personalidad, siguen apasionándome de igual manera que siempre.
Es bueno ahora, ir a visitar el amor que hubo entre Laura y yo, a la tumba. Saludarlo gratamente, recordarlo con cariño, echarle un par de flores, sonreír y seguir caminando con más fuerza que antes. Haber releído toda la época de la enfermedad del amor, porque el amor es un tercer individuo que también muere, generalmente antes que los dos individuos que le dan vida, idealmente, después de ellos, me llevó a contactarme con ese dolor pero desde un lugar nuevo. Como si ahora pudiera sentir el dolor gracias a las funciones puramente mentales, como la memoria o la empatía con los textos que ya no son míos, pero el resto de mi organismo, cuerpo, emociones, sexo, se mantienen imperturbables, llenos de vida. Una vez que el corazón se parte en dos, lo que viene después lo imagino como un renacimiento constante, productivo, tranquilo.
Me pregunto si habré logrado despersonalizar el amor. Si habré logrado salirme del dolor propio de una vez por todas y pararme sintiendo el dolor de todos los hombres. Haber dejado de hablar del amor como una confusión explosiva que me sucede sólo a mi cuando me está sucediendo, y que no le sucede a nadie más, ni a mi cuando no me está sucediendo.
Hay algo, que no se explicar, que no estoy capacitado para poner en palabras y tal vez no esté capacitado aún para sacarlo de ninguna forma, pero consiste vagamente, en la sensación de que la linealidad está disuelta. Quiero decir, el dolor que se sufrió una vez, no puede volver a sufrirse igual, porque este dolor se sufre continuamente. El amor que se sintió por alguien se continua sintiendo, pero es otro individuo el que lo encarna. Ya no es el objeto amado (como lo denomina Roland Barthes en Fragmentos del discurso amoroso) quien concentra y le da vida a mi amor, sino que ese objeto amado ha pasado a ser un canal de expresión de todo lo que es el amor para mi. Ya no está, como antes, el amor en peligro ante la desaparición del objeto amado. La capacidad de amar se ha vuelto imperecedera y despersonalizada. Curiosamente, eso hace al objeto amado más bello aún, lo llena de singularidad y brillo y le da la vida propia que éste tiene y merece desplegar. Esto refuerza intrínsecamente la cualidad ternaria del amor, el tercer estado continuo. Ya no somos dos amándonos el uno al otro, somos dos amando al tercero que formamos juntos. Pasar de ser dos mitades formando un entero incompleto, a ser dos enteros formando un entero más firme, más autosuficiente, parece ser un buen presagio de continuidad. ¿Continuidad de qué? De cada uno de los individuos, y por lo tanto, del sistema completo.
También fuimos a la rambla de en frente con Coco que por suerte es muy inteligente y sabe andar sin correa. Eso mejoró mucho nuestra incipiente relación. Por suerte hoy no increpó a otros perros y mantuvo un comportamiento mucho más sensato que ayer. En la salida de la mañana, marcó su territorio tranquilamente, hizo su caca y jugamos con un palo un rato. En salida de la tarde, marcó nuevamente su territorio, hizo una nueva caca, y jugó con el mismo palo tranquilamente mientras yo leí por décima vez, como si fuera la primera, Tlon, Uqbar, Orbis Tertius. Un día sin mucho más. Una ida fallida a la pileta, un estudio musical poco concienzudo obstaculizado sobre todo por el calor que me da el sólo hecho de mirar el bajo, unas músicas que no había escuchado antes. No he hablado con nadie más que con el perro Coco ya que estuve todo el día solo. Ni siquiera salí a comprar algo. Un día lleno de paz. Chorreo agua debido al calor, tomo mate muy caliente para confundirme, y creerme que hace frío. Por ahora no está funcionando.

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