sábado, 12 de diciembre de 2015

La calor

La calor


En mi casa, cuando era chico, siempre se fomentó la ortografía y el buen habla. Éramos bastante pobres, recién ahora puedo ver que lo éramos. Yo en ese momento no me daba mucha cuenta, pero mi vieja creía que éramos de clase media, venida abajo, y que teníamos algo que ver con Mirtha Legrand. Entonces la ortografía y la buena conjugación escrita y oral era la manera que ella encontraba para mantener firme el estandarte de: nosotros tendremos poca plata pero sabemos hablar. Porque según ella la clase baja era tan bruta como la clase alta. Bueno para ser justos toda esta pelotudez medio que se le pasó y ahora puede identificarse con aquello que ella es más verdaderamente. Yo me acuerdo que me avergonzaba de pibe cada vez que mi vieja corregía a alguien. Que eso no se dice así, que eso lleva acento, que hay pobrecito cómo habla, que cómo vas a tener un error de ortografía, y toda esa porquería mientras de fondo en nuestra casa sonaba el programa de mierda de Susana Giménez en el que los lunes había un sketch en cual los protagonistas eran un matrimonio de clase laburante pintados como vagos, grasas y estúpidos. Se reían de nosotros pero no nos dábamos cuenta. Así nos fuimos formando la cabeza en los 90. Nosotros no tendremos plata pero sabemos hablar y tenemos cabeza, no como Susana Giménez que llega a pensar que los dinosaurios podrían mantenerse con vida a fines del siglo XX o como la clase baja, en aquel entonces un ejército de desocupados, que no repara en las reglas que pone la Real Academia Español que por mí, se puede prender fuego con toda su organización gramatical y la verga del mono. Un amigo me decía hace poco que los argentinos hablamos mal. Esa creencia de que el lenguaje es cerrado, concreto y que tiene valoración. De que hay palabras que deben ser evitadas y de que la correcta conjugación permite una mejor expresión y traspaso de ideas, cuando justamente, la mayoría de las veces pasa lo contrario. Por qué no se irán un poco a la mierda me pregunto. El lenguaje siempre debe estar al servicio de nosotros, debe ser flexible y maleable como nosotros y no un dedo marcador. En fin, pensaba en esto la otra vez que hice una canción dedicada al calor en todas sus facetas. Había visto un documental sobre el Amazonas en el cual en una parte, cuenta cómo es la reproducción de la flor del nenúfar gigante. La planta tiene unas flores que se abren de noche por el calor que acumularon en el día. De hecho la flor llega a tener diez grados más que la temperatura de afuera. Una buena fiebre. Son unas flores blancas y muy bonitas. Al ser hembras no pueden producir polen. Lo que tienen es un perfume muy rico y un néctar adentro que vuelve locos a unos escarabajos en particular que se meten a la noche en la flor a comerse ese néctar. Los bichitos se extasían ahí adentro y cuando se hace de día y la flor se cierra porque se puso fría, el escarabajo queda adentro, todo el día comiendo sin parar. Como el escarabajo había estado en una flor del nenúfar macho, tenía polen que venía trayendo de antes, y mientras va comiendo todo el día encerrado en la flor hembra, va descargando ese polen adentro. Y lo que pasa ahora es lo loquísimo. La flor se pone caliente de nuevo porque vuelve a hacerse de noche, pero ahora al abrirse ya no es blanca, sino que es de un rosa azulado. Cambia de color. El escarabajo sale con el polen ahora producido por la flor que se hizo macho y se va a buscar a otra. La flor macho en unos días se muere y la semilla cae y vuelve a empezar el ciclo. Una belleza. Entonces como estamos en diciembre y hace un calor tremendo en La Plata, y a la mañana me despierto con ese calor bastante chivado, y algunas mañanas en particular ese calor está más copado porque es compartido, decidí agasajar a esa condición climática porque tiene un valor increíble en la capacidad sexual y amorosa de los seres vivos. Y entonces me acordé de mi vieja corrigiendo a los pibes de mi barrio que en vez de decir el calor, decían la calor. Traté de pensar y de sentir al calor desde esta nueva óptica y me di cuenta de que no importaba si era el calor o la calor, sino que lo que importa es que es caliente. Repito: Lo importante del calor es que es caliente. Me chupa tres pelotas el artículo adecuado. Y entonces decidí ponerle a la canción “La calor”, que además suena más lindo. En esta cosa que se va tejiendo entre el pensar y el hacer va emergiendo otra cosa más viva: la capacidad de darnos cuenta de que perdemos un montón de tiempo definiendo pelotudeces y tratando de que los otros acaten nuestras definiciones. A veces me parece que somos infumables, no siempre eh.  

No hay comentarios: